La Navidad nos trae cada año una
oportunidad nueva para encontrarnos, o reencontrarnos con el Dios de Todos los
tiempos, de todo lo que existente, con el inmenso Creador del Universo que se
hace pequeñito, se hace Niño para enseñarnos dulce y amorosamente: a ser
hermanos, a ser sus hijos y sus hijas, a sabernos amados y bendecidos por el
amor infinito, que es capaz de visitarnos en nuestras formas, en nuestra
tierra, hacerse uno de los nuestros, y amarnos hasta el extremo dar su vida por
nosotros. Tanto amor que casi no
alcanzamos a comprender en nuestra capacidad de seres humanos y que
vislumbramos tras el soplo maravilloso del Espíritu Santo y la Gracia de Dios
Padre que nos otorga el don de la Fe.
El Señor de la vida, del Universo, nuestro Señor nos espera
amorosamente, y no deja de regalarnos hasta la última gota de su sangre, nos da
a su Madre, por nuestra Madre, se queda con nosotros hasta el final de los
tiempos en las Sagradas formas de pan y vino, con esa misma grandeza y
sencillez que se hace presente en nuestra historia, una noche iluminada en Belén, entre lo humilde, lo
sencillo, entre los animales, entre los
pastores, entre los pobres, enseñándonos a ser sencillos, desprendidos,
misericordiosos y menores. San
Francisco sintió un asombro muy singular
ante esta presencia del Señor entre los hombres ante esa humildad del Señor
nacido en Belén,
ante ese Si de María que permite la Encarnación del Verbo “ … el Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros…”. Somos
Franciscanos y seguimos al Niño de Belén, al Señor, al Rey del Universo, tras el ejemplo y las
huellas de nuestro Seráfico Padre Francisco,
en estas fechas procuremos realizar el mensaje de paz, de fraternidad,
de sencillez, y de alegría de ser Hijos
de Dios, llevando en nosotros la presencia del Señor como María.
Que las luces de colores, los
regalos, la cena sean motivo de recordar
la presencia del Señor que llena de luz nuestras vidas, que nos regala su
presencia y nos da de comer su cuerpo.
Que lo profano, lo mundano y lo superficial no perturbe nuestra reflexión, que podamos orar agradeciendo y
bendiciendo ante nuestros pesebres como Francisco, que podamos pedir perdón
por todo el bien que dejamos de hacer, que tengamos la humildad suficiente y la fe necesaria para pedirle al Niño de
Belén haga nuestro corazón semejante al suyo.
Muchas Felicidades Hermanos por
el hecho de saber que el Dios de la Vida vino a ser uno de nosotros por
infinito amor y que nuestra dicha se reparta en el amor a los hermanos.
Bendiciones a todos y cada uno de
ustedes.
MARÍA MARTA VIVANCO CARDENAS OFS
Ministra de los Franciscanos Seglares de la región Lima Callao